sábado, 7 de junio de 2014

Elle

El 5 de Enero, cuando bajo de aquel tren creí que moría, jamás había visto tanta belleza en una mujer. Hacía demasiado frío para la poca ropa que llevaba; un fino jersey y unas faldas de cuadros no son suficiente para el crudo invierno en París. Sus delicadas medias dejaban entre ver una piel blanca como la nieve y el carmín de sus finos labios destacaba entre la multitud de rostros que se agrupaban en la entrada del tren. Estaba aturdido, me imponía demasiado su belleza, cuando supe reaccionar me acerque a ella y le dije que la acompañaría hasta el hotel. Una vez allí, con mucha naturalidad me ofreció tomar un café en agradecimiento por haberle acompañado durante el camino, acepte encantado y busquemos el café más cercano. Entremos a un local que poseía una decoración muy típica parisina, sin embargo, la tenue luz que se filtraba por las enormes cristaleras dotaba de una atmósfera rosea, y casi mágica al lugar. Mientras sonaba ''Variations sur Marilou'' de Serge Gainsbourg, ella me contaba la aventura que fue partir de su país natal hasta aquí, sola y con muy poco presupuesto, soñaba con ser bailarina en un lugar con pocas oportunidades. Desconozco si llegaría a triunfar, pero recuerdo que se movía con una gracia y sutileza que jamás vi en ninguna otra persona. Era demasiado bella, por dentro y por fuera, tenía esa sensibilidad hacia la vida de la que solo disfrutan los artistas, lo cual le dotaba de una visión particular de las cosas más comunes. Recuerdo que decía que le gustaba escuchar a la gente hablar francés y que se sentía frágil ante lo que no conocía. Una hora después, nos despedimos y nos dimos los teléfonos, jamás la llame y jamás volví a saber de ella.